jueves, 9 de diciembre de 2010

Quanta cura

Una de mis manías de fin de año, algo así como mi propio rito de purificación y renovación, es revisar papeles, o archivos, en este informático mundo. Me encuentro con un breve texto, escrito para presentar una colección de estudios de ciertas historiadoras de mi amistad.

Allí impunemente digo:

"La figura de Clío “tejedora” evoca los atributos de las antiguas Moiras -hijas de Necesidad- a las que Platón se refiere en el juicio de las almas relatado en el Mito de Er (Rep. X, 617c). Son Láquesis, Cloto, Átropo quienes hilan el destino humano en torno al huso de Necesidad. Ellas juzgan el pasado y trazan el futuro según la calidad de los actos.

Pero es Cloto, dispensadora del presente, quien mantiene firme el eje del tiempo. De esta suerte la labor histórica, ejecutada en el tiempo sucesivo, se aquilata en una actualidad que, al narrar los hechos, los juzga, los pondera, les dona sus posibles futuros y con ellos teje el infinito lienzo de nuestra libertad.”

Pienso ahora: además de las obvias distinciones entre los diferentes conceptos de libertad que son "dichos" en el discurso de la historia según su desarrollo epocal, y sin entrar en otras precisiones acerca del estatuto de la historia con relación al tiempo y a  los asuntos humanos -cuestiones acerca de las cuales Martín H. ha abundado usque ad nauseam-, se me ocurrieron algunas addendas, hijas de mi libre discurrir y de mis estrategias de resistencia a esta altura del clinamen anual.

Primera addenda:

Si fuera consecuente conmigo misma diría que el lienzo de la libertad es más “intrincado” que "infinito", como afirmaba uno de los grandes Ciegos –JLB-. De un modo igualmente intrincado Tomás de Aquino enseñaba que el libre albedrío es infinito en cuento a la ilimitación de nuestras posibilidades prácticas, pero finito en cuanto a nuestra condición limitada en el tiempo.

Hic Rodhus, hic salta: así de tensa es la trama de nuestros días. De la bona dea, la diosa fortuna de los romanos, que compensaba –por fuerza- el talante trágico de los griegos; a la Providentia cristiana, esa incómoda “costura” de lo finito en lo infinito, que se torna banal o se adensa hasta dar el salto de gracia –no la apuesta pascaliana, sino el “salir para salir” del peregrino-, por la libertad, otra vez, por el don.

Segunda addenda:

Mi cerebro, ya errabundo, se acordó, a propósito de las Moiras, de las Nornas de la mitología nórdica, una suerte de hechiceras en la versión "domesticada", se entiende, por el domus que delimita el derecho de herencia, modo volgare, el patriarcado.

Ésas, más arcaicamente, son las Madres que narran el comienzo y el transcurso de las cosas, como la Vala de la Völsunga Saga  –antiguo poema épico cosmogónico-. Tales son las figuras equivalentes y antecedentes de las brujas que aparecen en el comienzo y el desenlace de Macbeth y anuncian los hechos sangrientos y dramáticos que habrán de ocurrir.

Tercera addenda:

En el horizonte dramático del teatro isabelino los hechos humanos se componen bestialmente, como los ingredientes mutilados del potaje de las brujas, y no como la memoria de los comienzos y las recapitulaciones. En esta memoria primera se separa un sentido para lo humano, distinto del ciclo natural, en aquélla los acontecimientos se manifiestan como la sustancia confusa y turbulenta que revela y anticipa -en su casus fatal- el abismo del hombre. 

Se trata de la finita infinitud de Hamleth, el príncipe melancólico que desgasta el tiempo y no lo vive: soñar, morir…una libertad disuelta, sin tensión, que ni sueña inocentemente como las bestias, ni muere sabedor de su  tiempo. 

Y esa figura evoca, como contrapartida, a la de Caedmon, el rapsoda que guardó las palabras del inicio para la gentis anglorum, el mismo que pasó a la muerte con libertad integra e indiferente, como quien viaja desde el canto hacia el silencio,  erigiendo en él su morada última. Lo cuenta Beda el Venerable en su Historia ecclesiastica. Cito en la bella traducción inglesa el breve pasaje que narra la muerte de Caedmon:

"He laid his head on the pillow, and falling into a slumber, ended his life so in silence.”

martes, 7 de diciembre de 2010

Chesterton en la mira, o en la mirada de Chesterton


Como en estos días no tengo muy claro si mi brújula mental está afectada por algún ilocalizable campo magnético, o si, simplemente, el desierto crece -en su modalidad epocal, la idiotez-, me concentro en Chesterton, para viajar en compañía agradable durante lo que resta de 2010.

Esta es la explicación que da en su autobiografía del argumento de "El hombre que fue jueves", y no tengo más que decir:


"Pero la cuestión es que toda la historia es una pesadilla sobre las cosas, no tal como son, sino como le parecían al joven ligeramente pesimista de los años noventa; y el ogro, que aparece brutal, pero que también es en el fondo, benevolente, no es tanto Dios, en un sentido religioso o antirreligioso, sino la Naturaleza a los ojos de un panteísta cuyo panteísmo naciera del pesimismo. En cuanto al sentido de la historia, intentaba empezar pintando un cuadro negro del mundo y avanzar hasta dar a entender que el cuadro no era tan negro como se había pintado en un principio."

lunes, 4 de octubre de 2010

Los troskos

Días de tomas de colegios y facultades en diferentes puntos del país al que convenimos en denominar Argentina, jornadas en las que se pontifica por doquier, con momentos sublimes del discurso bienpensante que jamás, jamás de los jamases se pregunta porqué, además de las intervenciones memorables del peronismo brutal, que si algo sabe es mostrar la hilacha.
Me ha tocado escuchar y leer reiteradamente discursos que apuntan a vituperar a un "personaje" o grupo al que voces disímiles acuerdan en llamar "los troskos", término que, según los casos, remite a identidades políticas bastante más diversas o complejas que las que indica la apelación al querido Trotsky. 
El trosko o los troskos son desdeñosamente mencionados por los militantes posibilistas de la juventud -no tan joven- K, quienes han decidido quedarse con lo que el sistema y sus despreciables patrones se dignan darles, o por los eternos academicistas que admiten llorosos la precaria situación de "nuestras instituciones", dixit domine Fredericus, pero se sienten "incómodos" por no poder ingresar al sancta sanctorum a seguir estetizando.
Los troskos parecen sintetizar en esta coyuntura a esa especie de militante o agrupación que obstaculiza las módicas pretensiones de unos y otros.
Según las consabidas expresiones peronistas los troskos ponen palos en la rueda, le  hacen el juego a la derecha, etc. -todavía hay jóvenes peronistas que no se han enterado que ellos forman parte de la derecha...ya les llegará la hora de la automanifestación-.
En palabras del progresismo chic que pulula por todas partes pero sobre todo en ese otro país que convenimos en designar  "Ciudad Autónoma de Buenos Aires", los troskos son individuos a los que no les interesa estudiar, irredentos propagadores de revoluciones imposibles y trasnochadas, testigos de un recuerdo molesto: la universidad argentina y el mendaz modelo de intelectual que ha medrado en ella en los últimos 20 años es un tinglado que se cae a pedazos, sin spleen, sin arte aleatorio, sin Barthes, Blanchot o Agamben que la salve. 
Las tomas acontecen no sólo porque los edificios están en ruinas, también los ideologemas que los han apuntalado en estos años. Quizás estemos ante una forma de acción política con un programa rústico, llena de confusiones y carencias, pero es acción, lo cual no implica una legitimidad de hecho, pero sí abre el juego para su propia crítica, para su propia transformación superadora, al menos por exteriorización, por ponerse en escena y hablar.
Pero ya se sabe, para el peronismo la única acción "política" válida es la del líder o la compadreada del puntero, y para el progresista neocon la expresión "acción política" no significa nada porque no se puede subsumir en ningún discurso post-post-post que les lave la mala conciencia.
Harta de tanto macartismo salvaje o maquillado, me congratulo por las tomas y felicito a los troskos -yo misma soy una de ellos, que no se arrepiente ni mendiga perdones académicos-, y apuesto a que asambleas, tomas, movilizaciones, se multipliquen, el conflicto se profundice y la incomodidad se vuelva intolerable, a ver si, de una vez, las palabras tienen materia, al menos por un rato.

martes, 28 de septiembre de 2010

Ad montes

Palabras recibidas en los valles, urdidas en las siestas calchaquíes.

Algo así como clavis para estas épocas de completa rendición a los "cuidados devoradores del tiempo", en perífrasis de una impresionante frase de Agustín de Hipona, al describir la turbación en su pectus: 

“Tales cosas revolvía yo en mi mísero pecho, apesadumbrado con los devoradores cuidados del temor a la muerte y de no haber hallado la verdad”. Confesiones, VII, 5, 7.

“Talia volebam pectore misero, ingravidato curis mordacissimis de timore mortis et non inventa veritate”.

El pecho se angosta, falta el aliento y no es la altura -ojalá lo fuera- es el ahogo, la falta de distancia. Es que el tiempo llega a su término y la verdad no encuentra su hora en el corazón, aún no, aún no... ¿cuándo?

"En la montaña todo lo que semeja suelo firme ha de ser probado, el lugar del recuento, del examen, de la morosa –y finita- esperanza.
En la montaña la materia es precisa, su inmensidad consiste en la limitación exacta, y la nuestra en la grandeza del término. En el destino, en la “puerta”.

“El que cree sin caridad, cree como creen los demonios” dice Guillermo de Saint Thierry en el Aenigma Fidei. ¿A qué o a quién se parece el que cree sin esperanza?"

domingo, 1 de agosto de 2010

Oculta boca

"Yo no tenía idea ni había experimentado las esperanzas que él abrigaba, las luchas que él sostenía contra las tentaciones de su misma excelencia, qué lo consolaba en las adversidades, que sabrosos deleites había en su corazón, su oculta boca, al rumiar tu pan". Conf.VI, 3.
Agustín, hablando de Ambrosio en Confesiones. Este pasaje refiere al famoso testimonio agustiniano en el que aparece Ambrosio de Milán leyendo en silencio. El pan rumiado es el texto sagrado, la Escritura. Y el corazón, para el que lee en silencio, para el que introduce en la morada interior a las palabras de un texto, se transforma en una boca oculta.
Allí, en el lugar de los deleites, está el lugar de la lucha, de la esperanza, del dolor. Abyssus in corde.
Quien lee forja en sí un lenguaje del corazón, una palabra silenciosa, a veces sólo presentida y sin forma, como dirá siglos después Isaac de Stella.
Es el mismo Isaac el autor de una frase que me conmueve sin falla: nihil est sine voce. No hay nada sin voz.
Entre las voces y el silencio, la oculta boca del corazón y su verdad, una mínima Palabra celebrada en el misterio, en la espera: Verbum abbreviatum.

martes, 6 de julio de 2010

Homosexualidad y humanidad

En el senado del país llamado Argentina, "la mano de dios", manifestada en una lóbrega comisión, ha definido que las personas homosexuales sólo podemos unirnos civilmente, y jamás, jamás de los jamases, adoptar niños.
Expresado en buen castizo, la idea es que, ciudadanos de segunda, las personas homosexuales podemos acceder a un campo de derechos restringidos, arbitrado por el exacto grado de humanidad que la ley nos otorga. Los hijos, por supuesto, han de ser un territorio vedado, pues lo que no se dice, pero se hace, azares de la mala conciencia, es que seres contaminados como somos por la patente ausencia de "normalidad" en nuestras inclinaciones y opciones afectivas y sexuales, podemos propagar, en el medio ambiente viciado de nuestra existencia, el bacilo de la temible homosexualidad.
Qué afirma y qué niega la homosexualidad: para decir lo mínimo respecto del tema, la homosexualidad niega la coincidencia de cada quien con el estrecho marco que asigna al individuo una identidad biológica inamovible, un rol social, una funcionalidad religiosa e ideológica. La homosexualidad afirma, y por ello pone, la singularidad de cada ser humano, la senda compleja e irreductible de aquello que llamamos subjetivación, devenir alguien, no algo, no un objeto dispuesto para su manipulación o supresión.
Devota de un dios de muerte y de mentira, cuya mano destruye, deshumaniza, -ejerciendo su viejo oficio-, la jerarquía de la iglesia católica, ya por fuera del Evangelio, en rigor ausente de la palabra que sana y dignifica de Jesús el Señor, busca mantener un poder que cada vez más se parece al ridículo, aún cuando siga causando daño. Pero no hay nada que vaya a quedar escondido, todo será puesto a la luz, y no sólo en el último día, cada día, en los actos de verdad que poco a poco van desvistiendo al rey y a sus bufones.
La jerarquía curial está desnuda, y los mercenarios políticos que los secundan, menos por convicción que por intereses miserables, también. Todo tiene su tiempo bajo el sol, y la verdad sabe esperar, pero no tiene doblez.
Los homosexuales somos humanos, los derechos que nos corresponden como tales no son objeto de negociación, no se pueden negar, pues negarlos es negarnos, ni "matizarlos", como pretende el hipócrita proyecto de unión civil, pues hacerlo es declarar que somos en parte o casi humanos, lo cual no es ser plantas o animales, es ser carne del que manda y su ley.
Privarnos del derecho a criar hijos, es poner en nuestra frente el estigma de los indeseables, de los impuros, que no pueden comunicar su humanidad pues ella estaría desviada, enferma.
Estos son los espantosos cimientos de la sociedad que nos propone la jerarquía eclesial y sus adláteres.
Pero no va a haber marcha atrás, habrá lucha, pero no retrocesos: "tanto alcanza cuanto espera", esperanza activa, atenta, que alcanzará, que tendrá su cumplimiento.
¡Ay de los que sólo tienen palabras de maldición! ¿Qué encontrarán sino amargura?
Corolario: es hora que se termine esa espúrea asociación entre iglesia y estado. Es necesario dejar de sustentar material e ideológicamente a una institución que predica y construye el horror, cuando nos retira de la condición de humanos, cuando nos encarcela en su sórdida ley.

sábado, 15 de mayo de 2010

Multum in parvo

“Los jefes descubrían que si para atacar y proporcionarse una posibilidad de victoria, no estaba de más ninguna propiedad rara de la materia ni ninguna perfección técnica del instrumento, para defenderse, en cambio, los materiales más sencillos, esos objetos que andan por los rincones, esos trastos viejos como el mundo mismo, esos accesorios dotados de la más humillante vulgaridad exhibían sin reservas sus potencialidades: tierra removida con simples palas; sacos, cajas llenas de terrones o pedruscos, ramas apisonadas en arcilla; alambres de jardinería con púas. En una palabra (...) la destrucción se destruye a sí misma. Si se quiere destruir al destructor (tiro de contrabatería), se cae de nuevo en esa plétora de medios que traen consigo su propia muerte: pero si uno quiere ejercer su oficio de hombre, es decir, evitar la destrucción, basta con un mínimo de medios, como el refugio más humilde contra el viento más potente. La destrucción artificial tiende por sí misma a parecerse a una fuerza natural (dispersión de los obuses, etc.) y tiende, como la naturaleza, a compensar el azar y la incertidumbre de cada paso, con la plétora de los medios, y el elevado número de los casos. La destrucción, al ser ciega, es estadística.”

Jean Paul Sartre
“Cuadernos de Guerra”, 12 de noviembre de 1939.

Sartre, exponiendo un asunto de enorme importancia: evitar la destrucción requiere un mínimo de medios, ejecutar la destrucción, en cambio, encuentra su eficacia en la "plétora de medios".
Luego de más de un mes sin andar por el blog, o al menos, sin escribir aquí, y de varias semanas dedicadas a preparar un concurso en la universidad, y además, una nueva mudanza, me resultó sumamente alentadora la reflexión y la frase sartreana: la posibilidad de resistir la destrucción "en el refugio más humilde contra el viento más potente".
Hablo de la percepción de vivir en eso que más de un teórico ha llamado un mero "territorio". Espacios institucionales, culturales, intelectuales, aún más, sociales, que han llegado a ser tierra arrasada, y que abren la pregunta: ¿cómo seguir caminando en medio de la profecía autocumplida de la devastación y del desastre absoluto?
Hace un tiempito que, oh sorpresa, me resulta más simple conversar con un estudiante de 20 años, que con un colega de 40, pues los/las de la cuarta década están con frecuencia ahogados en los formularios y besamanos académicos, y un poco ahítos de tanta humillación y banalidad.
La plétora de medios de la destrucción ha esparcido esquirlas por todos lados, y una, muy difícil de desarraigar, es la desesperanza, acompañada por ciertas tristes certezas, que se resumen en la idea de que nada puede cambiar, y que el resto del mundo es moralmente miserable, si se lo mira bien.
Mi pequeña "tapera" contra los vientos de la desperatio boni supone que hay mucho que cambiar, que algo se puede hacer, y lo primero sería asumir humildemente la provisoriedad de cada paso. También que las personas, si bien se las mira y se las trata -y "bien" aquí ha de entenderse de modo multívoco-, pueden sorprendernos positivamente, pues existe un arte de encontrar lo mejor de cada quien, y como todo arte exige ser cultivado. Y si no hay un "lo mejor", por lo menos habrá mayor lucidez.
En cualquier caso, se trata de medios sencillos, que apuestan, contra viento -y marea-, a perseverar en el "oficio" de la propia humanidad.
Por ahí vamos, luego de un mes intenso, a seguir andando: multum in parvo.

lunes, 29 de marzo de 2010

Boundless. Los días de Alción.

"No quiero que pienses que jamás te ame, que no me animé, entre tinieblas, en la bruma de los días y las noches de estos años, a pensar en vos, a intuir, con temor, con devoción disimulada, tus múltiples velos.
No quiero que pienses que voy a morirme, o a extraviarme en las concurridas galerías del horror. No voy a prometerte horas felices, tampoco que descanses tus huesos en mi hospitalidad confiada.
Tengo inocencia, la peor, la que nace de la herida -mortal, sin cura-, la del sello del esclavo; y no voy a renunciar, no voy a llenar mi mente con razones para respirar, siquiera un minuto.
Mi corazón late con la tierra, se estremece como un gran animal, grita de miedo, galopa como un caballo perdido. Y esa es mi torpe riqueza, mi hermandad con la lluvia, mi vestido de viento. Mi pájaro Alción.
He vivido rescatando cuerpos insepultos, cuerpos que celebraban en mi sangre, y a veces bebían en mis ojos. Y ahora, como una loca, construyo mi casa de agua y acuno a los hijos de la Tempestad.
Ellos crecen y ríen más allá de mí, llevándome consigo, entre plumas tiernas, junto a sus corazones de bronce.
No confío en el sueño que me salva de la vida y siempre me confina a la batalla, donde debiera probar -aunque ya no quiera- que pueden estar tranquilos, que el alma se me va en los sumideros.
Yo sueño horizontes esquivos, alimentos de sangre agitada. Allí me derrotan, cuidadosos, el tiempo y su Término."

FD

miércoles, 24 de marzo de 2010

Por una historia íntima del pasado. El lenguaje de las pasiones en M. Yourcenar.

De una carta de Marguerite Yourcenar:
A MARC DANIEL1 de febrero de 1957
"Mucho antes de su artículo sobre Memorias de Adriano, ya le conocía a usted por los escritos históricos que publica en Arcadie: había apreciado en ellos la justeza de tono y la exactitud. Y eso tiene tanto más valor cuanto que la historia íntima del pasado está aún por hacer; como usted mismo escribía no hace mucho, los historiadores "serios" han mantenido la consigna del silencio, o han "desdorado" en términos vagos unas pasiones o unas costumbres que no comprendían (o, al contrario, comprendían demasiado bien). Y los escritores poco fiables, por su parte, han fabricado con la Historia un erotismo barato...
(...)
Me parece que en general todos estamos de acuerdo. Se trata de liberar la moral sexual en no pocos puntos, acaso también de consolidarla en otros, de librarnos de toda jerga de superstición, de cinismo o de hipocresía —sin olvidar un cierto lenguaje de vulgarización científica que lleva camino de ser en nuestra época la forma más insidiosa del prejuicio y de la hipocresía—. Los que tachan de superflua tal tentativa están muy equivocados, y confunden una cierta tolerancia burlona, por una parte, el desconsuelo o la dejadez, por otra, con la libertad, que no es lo mismo."
¿Qué parece decir Youcenar en esta carta?
Por lo pronto una lectura completa muestra su preocupación por una más exacta ubicación histórica de Adriano. Reclama precisión, justeza de tono.
La "historia íntima del pasado" es para ella una tarea futura, las pasiones de Adriano han sido silenciadas, "desdoradas" -banalizadas-, o transformadas en erotismo barato. Por la vía de la incomprensión, de la demasiada comprensión, o de la omisión, la historia íntima del pasado que es Adriano y sus pasiones no ha sido contada. Una "historia secreta", dice Yourcenar, más adelante.
Secreta, en tanto no es verdaderamente conocida, sino sometida a las operaciones cognitivas mencionadas: silencio, banalización, vulgarización.
Pero, en lo que Yourcenar y sus interlocutores -el destinatario de la carta y otros allí nombrados-, están de acuerdo, es en proveer a la moral sexual de unas palabras -emanadas de un cierto conocimiento-, que la libere de la "jerga" de la superstición, del cinismo, de la vulgarización médica. Esta última "jerga" es para MY la forma actual del prejuicio, también de la hipocresía. Salvada por las mieles de la ciencia, la moral sexual puede mantenerse en el lugar ominoso al que la conducen las jergas mencionadas, pero con la autoridad del saber.
Eso sí, un saber impreciso, según Yourcenar, un saber que no puede contar la "historia íntima del pasado", acercarse a ella para comprender.
Todavía las pasiones de Adriano, las pasiones de cada uno, de cada una, de nosotros, se dicen en la jerga de la "tolerancia burlona": desconsuelo o dejadez, pero claramente, no libertad.
El empeño de Yourcenar sigue siendo actual: las pasiones, el lenguaje de las pasiones de tantas historias íntimas, del pasado más reciente, del presente, siguen siendo historia secreta, o son reducidas a jergas que, al deformarlas, las suprimen, y suprimen al cuerpo que las muestra, para eliminar la diversidad que evidencian, el desvío.
Pasiones toleradas con burla, jerga científica que autoriza o degrada, el lenguaje da señales de violencia, el secreto tiene muchas caras, y en cada una de ellas hay un efecto de sometimiento.
La libertad, ¿cómo? En principio buscando la precisión de un lenguaje para la historia íntima del pasado, para las pasiones vivas del presente, con la tenacidad y la audacia de conocer con justeza, de dar palabras que disuelvan la violencia sorda, pero tenaz, de la tolerancia bienpensante, de su jerga burlona.

martes, 9 de marzo de 2010

Per umbras

En una reciente entrevista la escritora Maxine Swann, de provechosa lectura (*), cita, para finalizar una respuesta, un pasaje de Stendhal en sus Memorias de un egoísta que transcribo a la letra del reportaje:
"Odio Grenoble [su lugar de origen]. Llegué a Milán en mayo de 1800. Amo esa ciudad. Allí encontré los mayores placeres y los mayores dolores... Cuántas veces, en un barquichuelo balanceado por las olas del Lago di Como, me dije a mí mismo con deleite: Hic captabis frigus opacum . 'Aquí he encontrado la fresca oscuridad.'"
La mención me pareció más que oportuna, cuando alguien da cuenta de aquel lugar en el que ha experimentado los extremos de placer y dolor, y que, a pesar de ello, o a causa de ello, le ha prodigado una "fresca oscuridad".
La cita de Stendhal es virgiliana, lo cual es en parte previsible. Se trata de la Égloga I, los versos 54 y 55:
"Fortunate senex, hic, inter flumina nota et fontis sacros, frigus captabis opacum!"
El orden de las palabras está alterado en la cita anterior, y también su sentido primero.
La anécdota de las Églogas se trama en el diálogo entre dos pastores, Titiro y Melibeo. El primero, luego de una serie de conflictos políticos, ha logrado conservar su tierra y finca, el segundo, se encamina al exilio.
La frase en cuestión, en este poema que imita la lírica dialogada de Teócrito, es la respuesta de Melibeo a Titiro, señalándole su dicha, dado que, en la hora de la vejez, puede "entre las corrientes de agua conocidas y las fuentes sagradas", captare, captar, experimentar, buscar, frigus opacum, la frescura de la sombra.
Virgilio nos muestra la pacífica y conmovedora visión del hombre anciano que se libra de las tormentas de la vida y logra reparo en su tierra ancestral, entre sus fuentes, a su sombra. La contraposición de esta dicha es Melibeo, desterrado.
En el contexto de estas simples referencias, creo percibir que la sombra fresca de la vida campesina es distinta de la evocada por Stendhal en la expresión "una fresca oscuridad".
Tal vez se trate del punto, entre placeres y dolores, en el que la oscuridad -y no la sombra- se transforma en reposo por la frescura que la hace grata, y mitiga su caracter ominoso.
El cuadro virgiliano es sencillo, y su sombra es tan luminosa como fresca. De ella se han retirado las inquietudes, no hay oscuridad, ni penumbra.
La evocación de Stendhal apunta más bien a lo oscuro que se aquieta y ya no abruma, en virtud de la frescura, frigus, que en la lengua latina admite esa acepción sólo en clave poética. En el uso ordinario, el término frigus equivale al frío extremo, a lo gélido.
De la pax virgiliana a la opacidad apacible de Stendhal. Formas de la finitud, cadencias de los que viven sólo un día.
(*) El texto en cuestión puede leerse en la edición del 6 de marzo de la versión actual -y venida a menos- del suplemento literario del diario La Nación, ahora llamado pretenciosamente "ADN Cultura".

lunes, 1 de marzo de 2010

El Dios comediante, la risa, el miedo.

Dice Voltaire, en una de aquellas sentencias que los franceses denominan «fusées volantes», cohetes voladores, de retórica luminosa y fulminante, y de inmenso filo conceptual:
"Dieu est un comédien jouant à une assistance trop effrayée de rire".
Dios es un comediante jugando con un público demasiado asustado para reírse. La idea del Dios comediante, en esta época tan poco permeable a dejar que la divinidad juegue y se mueva, y en cambio, tan inclinada a encerrarla en algún ideologema -comenzando por el líder de la gran tradición religiosa de Occidente, a saber, el Papa de Roma-, es alentadora.
Dios comediante, en palabras de Voltaire, es un Dios que juega gravemente, que muestra en el discurso y en su performance la diversidad de caracteres, su melancólico pondus, su ligereza, su frivolidad.
El Dios comediante nos muestra cierta forma de la verdad, pero su aparición presupone la risa, la empática posibilidad de la risa, su material, corpórea apertura.
Como alternativa a ella se erige el miedo, el temor.
La forma religiosa dominante de esta época es el miedo, la audiencia "religiosa" de hoy en día se niega a reír, y construye su devoción en el temor, que es padre de la violencia, de la exclusión.
Aún cuando el agudísimo Voltaire mira al Dios comediante con la pretensión de desfondar al Dios de la religión instituida, deja asomar algunas posibilidades paradójicas. Estas posibilidades se sostienen en aceptar que es la sentencia completa de Voltaire la que define a Dios, no sólo el "est" de la cópula, sino el movimiento entero que construye el sentido, y abre al Witz -chispa, golpe, gracia-.
Una de ellas es aceptar el juego risueño del Dios comediante, asumiendo que en el teatro del mundo algunas escenas están escritas, y así procuran orientaciones a los actores, pero lo grueso de la puesta se trama en esa difícil combinación de genio, capacidad de abandonarse a los matices de cada situación, y azar. El ondulante resultado es la risa, que saca de lugar a la comedia, al comediante y al público, dejando a la "realidad" en un ángulo nuevo.
Otra opción para el dictum de Voltaire es postular que al juego del Dios comediante no le corresponde otra cosa que el miedo, que su juego es un juego inútil y trágico, y que la audiencia observa sus pasos cómicos, pero ellos le causan temor, esencialmente.
De este lado del tiempo, al Dios comediante se lo domestica con terror.
Ya lo dijo Juan de Patmos, sólo el amor, kháris, don, gracia, vence al temor. Sólo la receptividad -la risa que desordena y se disemina en cualquier rincón- quiebra el cristal helado del miedo.

lunes, 22 de febrero de 2010

Ex corde, con Roth

Aún no he tenido la dicha de leer "Las ciudades blancas" de Joseph Roth, -Die Weissen Städte-, libro publicado en 1925 como parte de un conjunto de textos sobre viajes. En este caso esas ciudades son las del centro y sur de Francia, que Roth deseaba conocer desde su infancia.
Por las crónicas periodísticas de algún suplemento literario patrio, me llegan dos citas del comienzo del texto:

“Siempre me ha faltado corazón” (...) “Desde que soy capaz de pensar, pienso sin piedad”.

Si bien Roth me ha deparado una gran cantidad de revelaciones de diversa índole, estas palabras golpean en el centro de un modo de la relación con el pensamiento que me resulta muy cercana.

¿Qué es pensar sin piedad, sin corazón? En principio es instaurar una distancia mental, habilitar un ángulo de análisis con capacidad de separar el hueso del tuétano.
La pietas, la piedad, supone reverencia, devoción por su objeto.
El pensar excluye esa reverencia, incluso la reflexión del entendimiento que vuelve sobre sí es una forma de referencia intelectual que carece de pietas, en ella no hay inmediatez pues se pone a sí misma en la distancia o como distancia. Justamente por esta razón la reflexión juzga, es diacrítica.
"Siempre me ha faltado corazón"....para pensar piadosamente.

lunes, 15 de febrero de 2010

Un no sé qué

Me acuerdo en estos días de Juan de la Cruz, en sus Glosas a lo divino:
"Sabor de bien que es finito,/ lo más que puede llegar/ es cansar el apetito/ y estragar el paladar;/ y así, por toda dulzura/ nunca yo me perderé,/ sino por un no sé qué/ que se halla por ventura."
Y aunque hace algunos años que he tomado cierta prudencial distancia de las impugnaciones del "sabor de lo finito", por aquello de afirmar "el lado de acá", y dejar la libertad del misterio al "lado de allá", no puedo sino decir que hay ciertas formas de la finitud que efectivamente cansan, una especie de sabor que ha perdido gusto, e insiste en ser la única "dulzura" posible: los licores del buen rendimiento, del éxito académico, del nombre nombrado y citado.
Cuando uno despierta de esos meses o años de una vida en los que el sopor de la unidimensionalidad -sé que es una palabra horrenda, pero expresiva-, no dejan lugar a otros aires, se da cuenta que, entre otros efectos, ciertas promocionadas dulzuras dejan el paladar estragado, impotente para recibir "lo que se halla por ventura".
Entonces, se hace urgente, indispensable, que nos visite un no sé qué, y se alegren el cuerpo y el alma -en su abierta finitud-, y otra vez, por ventura, pueda yo perderme....Todo es gracia.

jueves, 4 de febrero de 2010

El sonido de la caducidad

Del Heike Monogatari. Libro Primero. Capítulo primero.
El Monasterio de Gion
"En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas. En el color siempre cambiante del arbusto de shara se recuerda la ley terrenal de que toda gloria encuentra su fin."
Verdadero y bello comienzo del Heike Monogatari. En el Monasterio de Gion existía una sala llamada "sala de la fugacidad", en la cual se alojaban los monjes enfermos.
El arbusto de shara refiere a los ocho arbustos que se hallaban en las esquinas del lecho de Buda. Cuando éste entró en Nirvana se inclinaron hacia el centro del lecho, y sus hojas tomaron el color blanco.
Leyendo y pensando en estos textos, ruego por un oído sensible al sonido de la fugacidad, atento a las variedades de la transformación, devoto de los matices del devenir.
Finalmente, todo sonido es tiempo, y en tanto tiempo mensurado encuentra su eficacia en el límite, resuena en su acabamiento pues allí se dispersa, aniquilándose.

viernes, 22 de enero de 2010

La libertad como presidio, cosa de rusos...

Ordenando archivos y carpetas que han pasado de computadora en computadora, aparece este pequeño texto, escrito por mí al calor de vaya a saber qué lucha, y seguramente leído por los tres o cuatro pacientes congéneres que todavía hoy me benefician con su amistad.

Va como muestra de inquietudes perfectamente actuales, plasmadas en la littera de hace unos veinte años atrás, más o menos.
La dedicatoria es obligada, pues el marco de estas líneas es el debate sobre el derrumbe político de la universidad pública; por eso: a todos los pseudoliberales y sepultureros del marxismo que se hicieron con la universidad en los 90, y actualmente se han convertido en sus "dueños".
A falta de jesuítas y curas "anchos" ostentando el famoso "trapo morado", han inaugurado la etapa del oscurantismo mercantil, e inventado diversas formas del consabido besamanos académico, sin el cual no hay puchero, ni pan duro, ni prurito de excepcionalidad


La difícil tarea de desplazar problemas.


La siguiente frase de Albert Camus, leída en su pieza teatral “Los Justos”, ha despertado nuestra curiosidad:

“La libertad es también un presidio, mientras exista un solo esclavo sobre la tierra”.

Se recordará al instante que esta frase no brota, en la obra de Camus, de la boca de algún filántropo al gusto, sino de un anarquista[1] ruso, pronto a volar con explosivos el carruaje de un noble de la misma nacionalidad, con sus pequeños hijos en el interior.
Nuestra atención se ha detenido, en este caso, en la palabra también, que pone en tensión dos vocablos a toda vista antitéticos: libertad y presidio.

La condición de encontrarnos en tal trance es, para Camus, la existencia real de un solo esclavo en la tierra. Es un secreto a voces que la libertad extiende su piadoso manto sobre el género humano, también sobre los esclavos, a quienes hemos tenido a bien reconocer como parte de la humanidad; por supuesto que los esclavos de ayer, de hoy y de siempre nos están eternamente agradecidos.
La libertad del anarquista ruso es aquella que se reivindica frente a la autocracia, y que aparece como raíz y fundamento apofático -por vía negativa-, en el árbol genealógico de nuestras instituciones políticas e ideológicas[2]. Se trata de radicalizar lo posible corrosivo de las libertades como “ausencia de constricción”, que abrieron paso a las audaces propuestas de las democracias actuales.
Un hombre que al hablar de la libertad reconoce su carácter jánico de presidio ante la existencia de un esclavo, está marcando un desplazamiento, aquel que nos pone frente a la paradoja por la cual la libertad deviene o convive con su contrario, cuando, desplazada de su predicación genérica respecto de la condición humana, se determina en un individuo privado de ella.

La pregunta que emerge del desplazamiento es ¿cuál es la libertad que, sustraída al esclavo, posee la potencia de encarcelar a la humanidad?.
Recordamos, junto a la frase antes citada, la distinción de Constant entre “la libertad de los antiguos y de los modernos”: aquélla es la libertad de la autarquía e isonomía, ésta la del goce privado, fundado en el régimen de propiedad. En este régimen el individuo es tan pronto una suerte de “martillo divino” que decide crear el mundo según el interés del capital, como, en la trama de las mediaciones de la "cultura", una especie de “hombre estuche”, del que nos habla Benjamin, al caracterizar las peculiaridades mobiliarias del conformismo existencial de la burguesía [3].
En este horizonte, hacer que un esclavo nos devuelva la conciencia del encierro, y lo que es más, nos susurre que la libertad carcelaria de la que “gozamos” es, por lo pronto, el índice de nuestro cinismo, hace que celebremos al no-filántropo anarquista ruso, sabiendo que en algunas páginas más hará volar por los aires a dos niños no-esclavos (ser es aparecer, decían por allí, en la Magna Grecia).
Nuestro tirabombas se dará el lujo, además, de plantearse cuestionamientos morales al respecto[4], pues de no hacerlo no sería un ruso creíble, por lo menos no uno de la época de Dostoievski....aunque se sabe que desde el 89 todo ha cambiado mucho urbi et orbi.

[1] Es hora de aclarar que los anarquistas no son filántropos.
[2] También conviene recordar que la ideología es una institución.
[3] Se impone mencionar en este punto, que, posmodernidad mediante, la burguesía no ha cambiado la expresión decorativa de su banalidad, los lofts actuales son tan lóbregos y simplones como los gabinetes de principios de siglo.
[4] Decididamente tal acción lo excluye del conjunto de los filántropos pasados, presentes, y futuros, no hay peor estupidez que enarbolar la mera bondad ante la injusticia, y jamás se ha escuchado a un filántropo cuestionarse acerca de la reversibilidad de sus actos.

lunes, 18 de enero de 2010

Posibilidad

Poema n. 657

Yo habito en la Posibilidad-
Una Casa mejor que la Prosa-
Más numerosa en ventanas-
Superior -por sus puertas-

En Recámaras, como los Cedros-
Inaccesibles al Ojo-
Y para Perdurable Techo
Los Tejados del Cielo-

Como Visitantes -los más Gentiles-
Por Ocupación -Ésta-
Extender muy abiertas las angostas Manos
Para juntar el Paraíso-

Emily Dickinson

No fue silencio puro, ni soledad sonora... esta vez el tiempo de montaña se mostró como posibilidad, y angostas manos para juntar, gota a gota, soplo a soplo, las migajas de algún Paraíso....
Posibilidad, espera, atención, como los poemas de la doncella de Amherst, tal mi deseo, aquí, en mi pobreza.