martes, 30 de diciembre de 2008

Memento mori, de la dignidad del morir, del aprecio por lo vivo

Inscripción de una tablilla órfica encontrada en Hipona -cito según la edición de Kern-:
 
4 [A 62]
 
"De Mnemosine es este sepulcro. Cuando te toque/ morir, irás a las espléndidas mansiones de Hades; a la derecha hay una fuente y junto a ella un blanco ciprés que se yergue altivo;
allí se refrescan, al bajar, las almas de los muertos. A esas fuentes no te acerques demasiado;
enfrente encontrarás el agua fresca que brota/ del manantial de Mnemosine; allí arriba hay/ guardas que te preguntarán desde el fondo de su corazón/ qué vas buscando en las tinieblas del funesto/ Hades. Diles: Soy hijo de Barea* y del Cielo estrellado, y vengo muerto de sed; dadme enseguida el agua fresca que brota del manantial de/ Mnemosine. Y ellos se apiadarán de tí, por voluntad del rey/ del abismo, y te darán de beber del manantial de Mnemosine. Y aún tendrás que andar mucho por el camino/ sagrado que también otros/ iniciados y poseídos por Diónisos recorren llenos/ de gloria".
 
* Barea es un nombre propio, en otros textos similares dice: "soy hijo de la Tierra y del Cielo estrellado".
 
De Teognis, un testimonio de la literatura de "enigmas":
 
7 [ A 8]
 
"Un cadáver marino me ha llamado hacia su casa/
un muerto que grita con boca viviente".
 
Mucha belleza en estas palabras antiguas. Si para llegar a ser un "muerto" en tiempos pretéritos alguien o algo tenía que intervenir sobre el cuerpo inerte para dornarle las figuras de su aparición, de su significado, supongo que para estar "vivos" también es necesario apreciar las diversas formas de lo vivo, cada uno de sus detalles.

Esta cruel época del mundo me hace pensar que quizas ya no estemos vivos -el desprecio de la vida es tan inmenso-, pero el problema es que tampoco estamos muertos -tan grande es el desprecio por la muerte-.

Qué hay: un tremendo silencio del alma, una gran soledad: "porque si en el árbol verde se hace ésto, en el seco, qué se hará". 

¿Cuáles serán nuestros libros viáticos, qué palabras nos darán el paso?

lunes, 22 de diciembre de 2008

La verdad y la realidad

En medio de la parafernalia del fin de año, tratando de cumplir con el rigor del calendario sin perder la dignidad, me encuentro nuevamente con este texto de Susan Sontag -publicado en "Sobre la Interpretación"-, a propósito de las "contradicciones" presentes en la vida y el pensamiento de Simone Weil.

"Quizás haya ciertas épocas que no necesitan tanto de la verdad como de una profundización del sentido de la realidad, un aumento de la imaginación. Personalmente, ninguna duda me cabe de que la concepción sana del mundo es la verdadera. Sin embargo, ¿acaso es la verdad lo que siempre deseamos?. La necesidad de verdad no es constante; como tampoco lo es la necesidad de reposo. Una idea que suponga distorsión puede tener un empuje intelectual superior al de la verdad; puede servir mejor a las necesidades del espíritu, que varían. La verdad es equilibrio, pero quizás lo opuesto a la verdad, el desequilibrio, no sea mentira. (...) En este sentido, toda verdad es superficial; y algunas (pero no todas) distorsiones de la verdad, algunas (pero no todas) demencias, alguna (pero no toda) reacción enfermiza, algunas (pero no todas) negaciones de la vida, permiten la verdad, producen cordura, crean salud, y enaltecen la vida."

El sentido de la realidad, lo que toma la imaginación cuando expresa plásticamente la experiencia, es el desafiante lugar que nos abre Sontag.
La verdad, dice sabiamente, no siempre es lo que deseamos, pero no en el nivel elemental en el que la verdad -en un nivel predicativo- puede ser ardua, sino en el más complejo en el que las necesidades del espíritu -expresión muy de Weil- nos demandan otro salto...
Pero, aclara Sontag, así como no todo desequilibrio es mentira, no toda demencia es verdad, aunque algunas le abran la puerta.
Esas cosas, me parece, se aclaran en una existencia, en el discernimiento de una vida, por ejemplo, la de Simone Weil. No la "exacta" verdad, sino algo que la haga urgente.