martes, 30 de diciembre de 2008

Memento mori, de la dignidad del morir, del aprecio por lo vivo

Inscripción de una tablilla órfica encontrada en Hipona -cito según la edición de Kern-:
 
4 [A 62]
 
"De Mnemosine es este sepulcro. Cuando te toque/ morir, irás a las espléndidas mansiones de Hades; a la derecha hay una fuente y junto a ella un blanco ciprés que se yergue altivo;
allí se refrescan, al bajar, las almas de los muertos. A esas fuentes no te acerques demasiado;
enfrente encontrarás el agua fresca que brota/ del manantial de Mnemosine; allí arriba hay/ guardas que te preguntarán desde el fondo de su corazón/ qué vas buscando en las tinieblas del funesto/ Hades. Diles: Soy hijo de Barea* y del Cielo estrellado, y vengo muerto de sed; dadme enseguida el agua fresca que brota del manantial de/ Mnemosine. Y ellos se apiadarán de tí, por voluntad del rey/ del abismo, y te darán de beber del manantial de Mnemosine. Y aún tendrás que andar mucho por el camino/ sagrado que también otros/ iniciados y poseídos por Diónisos recorren llenos/ de gloria".
 
* Barea es un nombre propio, en otros textos similares dice: "soy hijo de la Tierra y del Cielo estrellado".
 
De Teognis, un testimonio de la literatura de "enigmas":
 
7 [ A 8]
 
"Un cadáver marino me ha llamado hacia su casa/
un muerto que grita con boca viviente".
 
Mucha belleza en estas palabras antiguas. Si para llegar a ser un "muerto" en tiempos pretéritos alguien o algo tenía que intervenir sobre el cuerpo inerte para dornarle las figuras de su aparición, de su significado, supongo que para estar "vivos" también es necesario apreciar las diversas formas de lo vivo, cada uno de sus detalles.

Esta cruel época del mundo me hace pensar que quizas ya no estemos vivos -el desprecio de la vida es tan inmenso-, pero el problema es que tampoco estamos muertos -tan grande es el desprecio por la muerte-.

Qué hay: un tremendo silencio del alma, una gran soledad: "porque si en el árbol verde se hace ésto, en el seco, qué se hará". 

¿Cuáles serán nuestros libros viáticos, qué palabras nos darán el paso?

lunes, 22 de diciembre de 2008

La verdad y la realidad

En medio de la parafernalia del fin de año, tratando de cumplir con el rigor del calendario sin perder la dignidad, me encuentro nuevamente con este texto de Susan Sontag -publicado en "Sobre la Interpretación"-, a propósito de las "contradicciones" presentes en la vida y el pensamiento de Simone Weil.

"Quizás haya ciertas épocas que no necesitan tanto de la verdad como de una profundización del sentido de la realidad, un aumento de la imaginación. Personalmente, ninguna duda me cabe de que la concepción sana del mundo es la verdadera. Sin embargo, ¿acaso es la verdad lo que siempre deseamos?. La necesidad de verdad no es constante; como tampoco lo es la necesidad de reposo. Una idea que suponga distorsión puede tener un empuje intelectual superior al de la verdad; puede servir mejor a las necesidades del espíritu, que varían. La verdad es equilibrio, pero quizás lo opuesto a la verdad, el desequilibrio, no sea mentira. (...) En este sentido, toda verdad es superficial; y algunas (pero no todas) distorsiones de la verdad, algunas (pero no todas) demencias, alguna (pero no toda) reacción enfermiza, algunas (pero no todas) negaciones de la vida, permiten la verdad, producen cordura, crean salud, y enaltecen la vida."

El sentido de la realidad, lo que toma la imaginación cuando expresa plásticamente la experiencia, es el desafiante lugar que nos abre Sontag.
La verdad, dice sabiamente, no siempre es lo que deseamos, pero no en el nivel elemental en el que la verdad -en un nivel predicativo- puede ser ardua, sino en el más complejo en el que las necesidades del espíritu -expresión muy de Weil- nos demandan otro salto...
Pero, aclara Sontag, así como no todo desequilibrio es mentira, no toda demencia es verdad, aunque algunas le abran la puerta.
Esas cosas, me parece, se aclaran en una existencia, en el discernimiento de una vida, por ejemplo, la de Simone Weil. No la "exacta" verdad, sino algo que la haga urgente.

domingo, 16 de noviembre de 2008

De la transparencia "...qué cosa son los sueños"

Ha pasado un buen rato desde mis últimas palabras por aquí.

Las causas son pedestres, poco tiempo, muchas tareas, agitaciones de segundo cuatrimestre académico.
Sea por los rigores de la biología, sea por el tiempo de la cultura, lo cierto es que cuando se acerca el fin de año de algún modo se perfilan los balances, las revisiones, en fin, la necesidad de detenerse un poco a pensar, antes de dar otra vuelta al ciclo de las cosas.
Siguiendo las enseñanzas de mi querido KM, lo medular se conoce en la práxis, y yo, en estos días, he tratado de pensar qué queda de lo "propio", del conjunto de señas que llamamos identidad, cuando uno ya cuenta con algunas décadas, y sobre todo, cuando nos hemos reinventado lo suficiente como para preguntarnos, quiénes somos ahora, las que fuimos...
Me alegra decir que me parezco a la que fui, en el núcleo sustancial que se descubre como el hilo rojo de las búsquedas, los desvelos, los deseos, pero que no coincido con ella punto a punto, y que, de fondo, me alegra no coincidir, me libera. Ir tras lo que ostentosamente llamamos "la verdad" no siempre, por fortuna, da los resultados previstos, o siquiera tolerables.
En esta perspectiva se me hace perceptible que la ilusión del yo y sus "verdades" tiene su correlato en la pretensión de transparencia. Y esa "transparencia" tiene sus manifestaciones pedestres: la más habitual, y no menos estulta, es la presunción de "frontalidad", el decir lo que se piensa, como si todo pudiera decirse, como si nuestros pensamientos fueran el oráculo de Delfos sin enigma...pura rusticidad.
Pero más compleja es la transparencia por la que nos suponemos idénticos a nuestros proyectos, a nuestros ideales, concepciones, en fin, a todo el armamento mental que impone montañas de argucias discursivas sobre los meros actos, tendencias, sentimientos, opacidades.
El "juego peligroso de la transparencia" muestra su inanidad cuando el desastre entra en la vida y necesitamos alimentarnos de los sueños más recónditos, callados, sin saber bien "qué cosa son los sueños".
Va entonces este poema de Sophia de Mello -en la magnífica traducción de Diana Bellessi-, a poner belleza y enigma en este asunto:


De la transparencia

Señor, líbranos del juego peligroso de la transparencia
En el fondo del mar de nuestra alma no hay corales ni conchas/
Sino sofocado sueño
Y no sabemos bien qué cosa son los sueños
Conductores silenciosos canto sordo
Que un día súbitamente emergen
En el gran patio liso de los desastres.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La Reina del Plata y "las patrias".

Aunque viajo con mucha frecuencia, nunca termino de acostumbrarme a los aires porteños. No porque sean del puerto sino porque quizás mi éthos de mujer del interior, ex toto, se incomoda en la atmósfera de nuestra módica Babel.
Aún en BA tuve agenda ibérica, pues me encontré con dos amigos españoles. Acompañé a uno de ellos al viejo Hotel de los Inmigrantes, y mientras se reencontraba con las imágenes que seguramente habían contemplados sus antepasados que pasaron fugazmente por allí, yo, piensa que te piensa, buscaba retrospectivamente, en la pupila de mis propios ancestros, -gente de montaña, la mayoría, unos pocos, del mar-, el modo en que habrán discernido los contornos de esa ciudad cuyos límites han sido siempre, en varios sentidos, la nada.
Rondando los años del primer centenario la aldea polvorienta que forjó sus mitos en el año X, pero del 1800, comenzaba a tomar el rostro inmenso y desproporcionado de una arquitectura monumental que sólo logró acentuar el horizonte inhumano de su geografía, por exceso, por monotonía.
En ese marco, mis propios antepasados establecieron su casa, mudaron, hasta cierto punto su lengua -mis tías abuelas hablaron euskera hasta su muerte, hace pocos años, sin que les importara hacerlo delante de quienes no entendían absolutamente nada-, modificaron algunas de sus costumbres, pero seguramente fijaron en sus vidas otro paisaje.
En cambio, mis circuitos "argentinos", mis paisajes, son altoperuanos, por eso imagino a la patria de mi corazón sin Buenos Aires, pero no sin Tucumán, Cafayate, Abrapampa, Iruya. Los valles y altiplanos igualmente inmensos, pero llenos de voces, de intimidad.
Para los míos el circuito fue Buenos Aires y la campaña, luego el Litoral, y de ahí, como si el mayoritario resto no fuera nada, Europa, otra vez.
Para mí, que soy hija de la tierra, y no europea en el exilio, el sueño francófilo o europeizante que forjó a la Reina del Plata no tiene ningún significado, de ahí que nunca esté del todo a gusto en ese espacio, que es la patria de otros.
Y a pesar de la alegría de encontrar a amigos y amigas, a pesar del recuerdo de ciertos gratos lugares, cuando miro por la ventanilla del micro, de ida o vuelta, sueño: ahora voy a ver, recortadas en el horizonte, las cumbres del Aconquija.
Mi pupila está fijada en una patria vieja, aborigen, colonial, siestera, de lujos endomingados, lejos, muy lejos del puerto, por el que más bien se sale, aunque muchos hayan entrado, y me hayan hecho posible ese mundo.

sábado, 30 de agosto de 2008

El humanismo de Thomas Mann

Dice Marguerite Yourcenar en su magnífico ensayo sobre Thomas Mann, "Humanismo y Hermetismo":
"Podemos preguntarnos, acostumbrados como lo estamos, a una definición casi escolar de la palabra humanismo, si un pensamiento tan inclinado a lo irracional y a veces a lo oculto, tan abierto al cambio y casi al caos, puede aún calificarse de humanista. No se le puede calificar así, seguramente, si contemplamos tal cual la antigua y estrecha definición del humanismo, es decir, de lo erudito incorporado al conocimiento de las literaturas antiguas, particularmente dedicadas al estudio del hombre, ni siquiera si ampliamos ese término hasta hacer que contenga ‑como suele hacerse hoy‑ la idea de una filosofía basada en la importancia y dignidad del ser humano, en lo que Shakespeare llama las facultades infinitas de esa obra maestra que es el hombre. Parece ser, en efecto, que hay en esos puntos de vista un elemento optimista respecto de lo humano, y quizá una sobrestimación del mismo, que no se puede atribuir a un escritor tan obsesionado por la parte turbia de la persona humana, tan preocupado por mostrar principalmente en el hombre una parcela y una refracción del todo.
Pero ya la frase de Shakespeare sobre las infinitas facultades humanas abre la puerta a otra forma de humanismo al acecho de todo lo que, en nosotros, rebase los recursos y aptitudes ordinarios; desemboca, hagamos lo que hagamos, en el inmenso segundo plano poblado de fuerzas más extrañas de lo que quisiera una filosofía, para la cual la misma Naturaleza es también una entidad simple. Este humanismo vuelto hacia lo inexplicable, lo tenebroso, incluso lo oculto, parece oponerse en un principio al humanismo tradicional: en realidad, es más bien la punta extrema y su ala izquierda. Mann pertenece auténticamente a ese grupito de espíritus prudentes y tortuosos por naturaleza, a menudo secretos por necesidad, temerarios, según parece, a pesar de ellos mismos y, por una suerte de compulsión interna, verdaderamente conservadores puesto que no dejan perder nada de una acumulación de riquezas milenarias y, no obstante, subversivas, en su continua reinterpretación del pensamiento y de la conducta humanos. Para inteligencias de esa clase, todas las ciencias y todas las artes, los mitos y los sueños, y la misma sustancia humana, son objeto de una investigación que durará tanto como la raza. «El estudiante en letras humanas», para emplear una expresión muy del gusto de Hans Castorp, se mantiene junto a ellos al borde del abismo."
Pensando y repensando estos problemas por motivos profesionales, tenía el barrunto de que en el prisma de discusiones más o menos contemporáneas respecto de las humanidades o del humanismo como noción, aparecía sugerido un costado, que, en las palabras de Yourcenar es su punta extrema.
Se trata de una constatación hija del último siglo, por la que el patrimonio común a los humanos que dibuja un rostro para nuestra cultura, resulta reordenado o transfigurado cuando es expuesto en su límite, en el borde de lo que alguna vez he llamado, por necesidades erísticas, "el principio fáustico".
Las "fuerzas extrañas" de las que habla MY, se manifiestan en el ciego de las intuiciones con las que la cultura ha forjado sus emblemas, por ello su transfiguración tiene un poder incantatario y también ominoso.
Hans Cartop, estudiante de Letras, nos muestra estas dos facetas que Mann describe con maestría en la escena del sueño-visión que sigue a su accidente en la nieve.
Pero a la desgarrada oposición entre apolíneo y dionisíaco, una de las primeras figuras de la crítica cultural de impacto actual para expresar la discontinuidad del principio de individuación -del hombre-, le sigue, creo yo, el desfondamiento de las formas culturales de occidente en lo titánico elemental.
De las fuerzas extrañas pasamos al mero imperio de la fuerza, que barre todo rastro humano, como antaño los incontrolables titanes.
Y no se trata de que la investigación de lo humano haya pasado su límite, haya excedido su abismo, y aparezca ante nosotros el paradójico Ubermensch, ignorante o saturado de sí mismo.
El problema más bien es el que señalaba Karl Kraus en las palabra iniciales de "Los últimos días de la humanidad", como preludio de la nueva guerra:
"La gente que vivió entre la humanidad, y que la sobrevivió, ha sido reducida –en tanto actores y portavoces de un presente que carece de carne, pero no de sangre, que carece de sangre, pero no de tinta- a sombras y marionetas, y condensada en la fórmula de su insustancialidad activa. Las larvas y los lémures, las máscaras del trágico carnaval llevan nombres de personas vivas, pues así ha de ser, y porque nada es fortuito en esta temporalidad determinada por el azar. (…)"
La insustancialidad activa, el imperio de lo informe.

lunes, 25 de agosto de 2008

El primer combate

El primer combate: vivir como extranjero. “Ante todo, el primer combate es vivir como extraño, sobre todo si, huyendo, abandonas lo que es tuyo y te vas a otro lugar, munido de fe perfecta y esperanza, con el corazón resuelto a negar tus voluntades. " Isaías de Gaza, Lógos XVII.


Recorriendo estas palabras desde el final hacia el principio suenan en el oído expresiones "fuertes": voluntades, combate, y como un puente entre ellas, la extranjería.
El término griego utilizado por el monje palestinense Isaías es xenitéia. La extranjería es igualmente extrañeza, según se dice en la traducción citada.
Salir para salir, he aquí el combate, no para llegar, no para erigir una morada, sólo salir. Una fe perfecta, una esperanza sin falta, un corazón resuelto para emprender el viaje de renuncia a lo propio, al paisaje doméstico: las voluntades.
En griego estas voluntades latinas son las prospátheia, las afecciones, los movimientos e impulsos, ¿cuáles?: se conocen por sus efectos, enturbian el ojo, entristecen el corazón, siembran la ira, estrechan el alma.
Entonces esta travesía se abre paso por el ámbito tumultuoso de la vida anímica, por un camino en el que puede generarse un mirada nueva, no por posesión sino por movimiento, una cuestión de perspectiva.
Abyssus es para Agustín el corazón, y su cavidad se abre profunda e insondable para todos, cor bonum, cor malum, en ambos late el abismo.
El que camina se yergue y da un paso, o dos, o cientos más allá o más acá de ese abismo, y quizás, por el don, por un salto en vertical, en éxtasis, puede ver su rostro en otra luz, o mejor, mirar el mundo en la luz primera, la de cada mañana, la del amor, la niña de tus ojos, un cristal de claridad. "Abandonas lo que es tuyo, y te vas a otro lugar". Todo es gracia.

lunes, 11 de agosto de 2008

Tronos, dominaciones y potestades, por una cabeza

“Siempre me ha parecido que los ángeles tienen la vanidad de hablar de sí mismos como si fuesen los únicos sabios; y lo hacen con la confiada insolencia que brota del razonamiento sistemático.”

William Blake, en “Las bodas del cielo y del infierno”.

Texto anotado por ahí, y recobrado en el día de la fecha, y en el “El Romanticismo”, de Hugh Honour (302 al pié), lo siguiente “...las imágenes de Blake poseen una vitalidad extrañamente persuasiva. “Es Dios”, dice la Eva de Robert Frost, “le reconocería en cualquier parte por las pinturas de Blake”".
El que puede lo más puede lo menos dice la calle, por lo cual si a Dios se lo reconoce por las pinturas de Blake, el susodicho tiene que saber bastante del tema ángeles...otro candidato a la pericia en estos asuntos es don Swendenborg.
Claro, que, en buen -o mal- "thomisme", los ángeles no razonan, sólo inteligen...razonar, dice el Filósofo, es asunto de gente que vive en el tiempo sucesivo, ya se vé, él no variaba tanto en teratologías...apenas el hyper Zoón (Meth. XII).
Pero creo que los ángeles razonadores han de ser entre simpáticos e inaguantables, urdiendo todo el evo acerca de cuántos de ellos caben en una cabeza de alfiler, según cuenta la leyenda que dicen que decían en las aulas universitarias argentinas en las épocas en que la filosofía medieval era un corso triste y marcial...
Chán, chán

miércoles, 23 de julio de 2008

lunáticas y peregrinas

Un regalo de estos días fue la visión de la luna llena recortada en el horizonte de la montaña.
Pasé algún tiempo de descanso en mis amadas alturas, bebiendo el paisaje, los bosques de pinos formando extrañas figuras en las laderas de los cerros, el pertinaz fluir de las aguas, atravesando trayectos impensables. Otra vez, sentí el agua gruesa, llena de minerales, propia de esos climas y geografías, viví el ritmo contundente de cada momento de la jornada, los juegos de la luz en el paisaje, el vigor de esa naturaleza en perpetua mutación.
Leí también, non multa sed multum, en el contexto de mi liturgia lunática, el De Divini Nominibus del extremado Orígenes.
Allí hablando de la exégesis que éste realiza del Pentateuco, en particular el Éxodo, el autor de la introducción de la edición de Sources Chrétiennes afirma(cito en deficiente traducción castellana porque no tengo ganas de transcribir el francés):

"...lo cierto es que difiere profundamente (de la exégesis del Éxodo) de Filón, de San Pablo, de Clemente...en una palabra para esos autores el episodio capital después de la salida de Egipto es la revelación del Sinaí...(para Orígenes) el Sinaí no es un término sino una etapa. La meta es el Jordán, es la Tierra Prometida. Desde aquí la historia toma otro rostro. El Éxodo es menos una huida que una partida. Un conquista esperando al pueblo...El Libro de los Nombres Divinos es para Orígenes el libro del movimiento, el libro del viaje. Es asimismo, el libro del desierto".

En tanto el Nombre es inefable, me resulta impresionante que El Libro de los Nombres, de los inadecuados e impropios modos de "hablar de Dios", sea el Libro del viaje, del movimiento, del desierto -donde sabemos se manifiesta lo fundamental, por sustracción, porque nada "ocupa" al que permanece en soledad. Todo es posible o nada es posible: disyunción inclusiva: para el "justo no hay ley", susurra Juan de la Cruz-.
Un guiño cómplice de la condescendencia de la Divinidad en su Escritura, con nuestro afán de señas, de lugares, de presencias, de circunstancias, de nostalgias; abriendo, como diría el bueno de Hölderlin, la posibilidad de "poetizar". También de vivir en la libertad, para quienes procuran "andar en verdad", o, abundando (innecesariamente) respecto de esta expresión de Teresa de Jesús, "andar por la verdad".
Y entonces las señas de cada paisaje, de cada travesía, son móviles espacios donde lo Absoluto planta su tienda, para mirar la luna, el fluir de los arroyos, la enigmática quietud de los animales, con el ojo del primer día del mundo, que para nosotros, hijos del tiempo, alcanza su luz en el tiempo, en la sucesión.

sábado, 5 de julio de 2008

Bellator fortis




Leyendo unos proverbios atribuidos a Beda el Venerable, encuentro lo siguiente: Bellator fortis qui se poterit superare. Clarísimo: luchador fuerte es el que se puede superar.


Esta frase que suena a código samurai me trae a la mente esa "jornada", en el sentido épico, que es la vida, y en su simplicidad radicaliza una experiencia básica de la condición humana.


Otra joya de estos días también llegó a mí por esa índole de lecturas, un comentario a la Confessio de San Patricio de Irlanda, en la que se dice que los monjes irlandeses y anglosajones habían desarrollado una ascésis que llamaban "ascésis del mar". Como realizaban grandes viajes en sus misiones evangelizadoras para, eventualmente, jamás volver a su tierra, y como estos viajes eran por mar -con todos sus peligros y avatares- tal ascésis manifestaba en la vida espiritual el aspecto ilocalizable e inmenso del mar, para expresar una forma particular del camino, abandonar las referencias, vivir en estado de peregrinación.


Se trataba de una purificación por la "inestabilidad", al contrario que sus cófrades continentales, habitantes de desiertos y eriales.


Supongo que se presenta aquí una alternativa valiosa respecto de nuestro "paso de fuga" ante el conflicto en el mundo de la hiperexplotación y el hiperconsumo actual: mirar nuestra vida no como una fuga ante lo que amenaza, sino como una travesía.


Quizás algunos parecemos nacidos para "viajar" ("matadores de brújulas", decía Cortázar, que no suele ser de mi gusto pero que logró esta bella expresión). En mi caso particularísimo esta perspectiva armoniza totalmente con mi deseo infantil y jamás abandonado de ser "pirata", sin "ley y sin rey", como decían los Hermanos de la Costa, de lanzarme "a la mar".


Es bello comprender cómo estos hombres, estos "cristianos antiguos" que llevaban el mar, el viaje y la batalla en la sangre, podían combinar fecundamente esas vivencias ancestrales con su nueva religión...en fin, Occidente.

lunes, 23 de junio de 2008

Ivanova noch' na Lisoy gore. En la noche de San Juan, de mayo a junio.





Así se ve el sol de medianoche en Suecia desde mayo hasta junio, y en este marco se celebra la noche de San Juan, el Midsommardagen, la luz más "larga", el comienzo del verano. Así se vió un Akelarre "de diseño" acontecido en las famosas -y trágicas- cuevas de Zugarramurdi.


En esta noche de San Juan recuerdo a mi abuela diciéndonos que tuviéramos cuidado de mirar a la higuera-la misma higuera que está a unas cuadras de casa-, pues el árbol estéril de los evangelios florece en la víspera de la fiesta de San Juan, y quien ve esa flor imposible y recóndita, puede padecer terribles consecuencias.


El solsticio de verano europeo, antigua fiesta precristiana, es también la noche del gran Akelarre en la Euskal Herria de mis ancestros. La comuna de Bilbao hoy convocaba a un gran Akelarre, -postmoderno, claro está, lo cual es inevitable por aquello del desgaste del tiempo sucesivo-.

Para que no falle la memoria -y se abulte el bolsillo-, en 2010 se recordará, con gran afluencia de turistas al pueblecito de los olmos ruines, según la etimología euskara para Zugarrarmurdi-, los cuatrocientos años de una hoguera nefasta, la que consumió las vidas de las brujas condenadas en el conocido proceso inquisitorial de 1610.


Merodeando un poco en la web, encuentro algunos tesoros celebratorios, que paso a detallar:
Primero, la letra de algunas canciones populares, entonadas en esa ocasión,

Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,al pasar el trébole la noche de San Juan.

Al que coja la verbena la mañana de San Juan no le pica la "culiebra" ni bicho que haga mal.

Por supuesto, se alude aquí al trébol de cuatro hojas, augurio de buena fortuna, buscado afanosamente en los bosques y prados. En ese tiempo de inmensa renovación de todo lo vivo que se inicia con el verano, también era costumbre ir en busca de la hierba conocida como verbena, conjuro contra las alimañas de todo tipo, y también, lo que no es menos importante y quizás la causa verdadera de sus efectos benéficos, la que propiciaba los requiebros amorosos.

Agua, fuego, signos de purificación y renovación, son elementos dominantes de esa fiesta, desde la hoguera hasta los baños que se tomaban en aquella noche como constancia de la novedad del ciclo natural...el antiquísimo fuego que consume lo viejo, también los dolores, en esta noche "sin penas".


Luego, un dato precioso y desconocido, la obra de Mussorgsky, Una Noche en el Monte Pelado o Una noche en la árida montaña, es el nombre con el que se conoció el poema sinfónico que en rigor se titulaba "La noche de San Juan en el Monte Calvo" ("Ivanova noch' na Lisoy gore").


La composición fue inspirada por una historia corta de Gógol en la que un campesino asiste a un acto de brujería en el Monte Calvo, cerca de Kiev.
Ahora entiendo un poco más el clima de esa música furiosa que me fascinó -y sigue haciéndolo-, en mi adolescencia.


Finalmente, otro recuerdo, el Romancillo de Mayo de Miguel Hernández, leído con asombro y devoción en los últimos años de la escuela primaria, allí el mes de mayo adelanta los verdores de junio.


Cito sus claras palabras:


"Van los asnos suspirando

reciamente por las asnas.

Con luna y aves, las noches

son vidrio de puro claras;

las tardes, de puro verdes,

de puro azul, esmeraldas;

plata pura, las auroras

parecen de puro blancas

y las mañanas son miel

de puro y puro doradas.


Campea Mayo amoroso;

que el amor ronda majadas,

ronda establos y pastores,

ronda puertas, ronda camas,

ronda mozas en el baile

y en aire ronda faldas... "

Pánta plere théon, decía Tales, "todo está lleno de dioses".


jueves, 19 de junio de 2008

Föðurland

“Nada me asombraría que la telaraña (la forma universal de la telaraña, entendamos bien, la telaraña de Platón) hubiera sugerido al asesino (porque hay un asesino) su crimen.”

J.L. Borges, Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto.

La telaraña universal de Platón, la forma, el arquetipo, la antigua psykhé heraclítea, tejiéndose y destejiéndose en el devenir, las pequeñas arañitas que divertían a Spinoza, y que en su tela luchaban y a cada caída formaban una nueva figura, o una proyección geométrica de la única e impersonal Figura, vasto despliegue de atributos y modos....
El azar de Bataille, que evocando a Nietzsche, resulta una idea "arácnida y desgarradora".
Variaciones de la universal telaraña, incesante labor de todos y ninguno...
El laberinto arácnido urdido miméticamente por el asesino, tiene, ha de tener, su clave...

Si la infinita telaraña del universo puede recorrerse y condensarse en el Nombre de Dios, que como un Aleph lo abre y lo atraviesa, si el Impronunciable es el Padre de la Literatura, y por ello de la enumeración, (finalmente del tiempo), cada palabra reúne y dispersa el Nombre, cualquier palabra, cualquier hombre, pueden ser la cifra y el redentor. La palabra cae en el azar, el hombre es nadie.
El universo-Dios-literario de Borges, es aquella esfera hermética, “cuyo centro no está en ningún lugar, y su circunferencia en todas partes”. Un dios descentrado y omnipresente, un dios atroz, arácnido...
“Nadie está en algún día, en algún lugar; nadie sabe el tamaño de su cara”. El joven Jorge Luis desespera porque el Aleph no le devuelve las líneas del rostro de Beatriz Elena Viterbo. El desquite de lo determinado, el pondus irreductible del individuo.

martes, 17 de junio de 2008

Celan, acerca de estos tiempos

UNA HOJA, desarbolada,
para Bertolt Brecht:

¿Qué tiempos son éstos,
en que un diálogo
es casi un crimen,
porque encierra
tanta cosa dicha?

Paul Celan

jueves, 12 de junio de 2008

Todavía. Milosz, 1945.

"En la estepa, conforme se vendaba los pies sangrantes con un trapo,/ Comprendió el fútil orgullo de aquellas encumbradas generaciones:/ Hasta donde podía ver, una tierra rasa, irredenta./ Y en tan drásticas condiciones, ¿qué tiene el poeta que ofrecer?/ Sólo lo que se le ha concedido merced a la costumbre y la ceremonia, merced a la civilización:// Parpadeé, ridículo y rebelde,/ Solo con mi Jesús María en contra del poder irrefutable,/ Descendiente de ardientes plegarias, de doradas esculturas/ y milagros". C. Milosz, "1945".

Aquí afuera, donde hace mucho domina una nota permanente que parece indicar que todo lo antaño valorado camina hacia la nada, me reencontré con estos versos de Milosz.
Me llegó en ellos el consuelo del "todavía" que resuena en sus palabras: "Descendiente de ardientes plegarias, de doradas esculturas/ y milagros". Allí el tiempo de la existencia se vincula con el pasado como con un don, que hace perceptible a la duración con la intensidad necesaria para que la historia tenga cuerpo, volumen, rostro humano.
Es difícil "ver" el presente: ¿qué hay en ese cúmulo de ahoras que aturden y enturbian el ojo?
Quizás el hoy es indiscernible porque se ha adelgazado en extremo o ha roto su relación con el pasado. No hay relato que contenga nuestra actualidad, aislada y raquítica.
El futuro se ofrece, entonces, como una suerte de discontinuidad....llegamos a él por un golpe de la sucesión, no es fruto del itinerario de un ser mortal, que camina hacia el final, hacia el significado de sus días, porque puede hacerlo.
Con el Jesús María en la boca, ridículos y rebeldes contra lo irrefutable de los hechos, nos hacemos dignos de un linaje, nos arropamos en milagros de formas, palabras, y melodías.

lunes, 9 de junio de 2008

"Pero en el interior sí está hecho". Ernst Jünger, 1948.

""Pero en el interior sí está hecho". Una frase para meditar sobre ella, llena de significado. Hay una terminación de nuestras acciones en lo absoluto, un complemento que siempre es independiente del éxito o del fracaso. Eso representa un gran consuelo.Nuestras acciones son comparables a disparos que estuviesen animados por una fuerza doble. Por un lado son como flechas disparadas por el arco de la vida; esas flechas están sujetas al azar, a la fuerza de la gravedad, al viento. Dan en el blanco o fallan; no está en nuestras manos la trayectoria que siguen. Pero, a la vez, la cuerda, al estar tensada también por fuerzas de amor, lanza la flecha hacia lo que está por encima de lo real, en una trayectoria recta, que alcanza su meta en lo invisible. (...) Y si tensamos bien el arco, experimentaremos el instante maravilloso en que nos llega la respuesta. Pues en el interior sí está hecho."
Kirchhorst, 2 de diciembre de 1948.

Con estas palabras Ernst Jünger termina el segundo tomo de la edición española de "Radiaciones", un conjunto exquisito de notas personales, al modo de un diario "meditado", escrito durante toda la segunda guerra.

Durante mucho tiempo me resultó consolador pensar que el impulso de nuestros actos se vincula interiormente con sus motivaciones, por lo cual, más allá de los efectos, hay algo que se tensa y se cumple allende nuestra individualidad pero contando con ella, si "tensamos bien el arco"...

En definitiva, lo dicho implica una confianza en que hay un orden que toma su figura, que se adensa, cuando nuestra libertad le da "materia", le presta un rostro.
Entonces, trascendiendo la mera fuerza de los hechos, nos transformamos de acuerdo a la sustancia de nuestro deseo -las fuerzas de amor-, por el ardor que se tiende en nuestros actos, pero es siempre más que ellos por mor de un exceso que nos salva de nuestras pequeñas o grandes cárceles.

A ésto lo llamo Providencia Divina, otros lo llamarán sentido de la vida, o del mundo, o belleza, o qué se yo; o tendrán la discreción de no ponerle nombre:..."en el interior está hecho". Permanecer, como decían los medievales, "magnánimos", con el ánimo grande, generoso, para los días que nos sean dados.

sábado, 7 de junio de 2008

"La decadencia apenas si nos hará falta"

Palabras de Karl Kraus.
Una suerte de clima de disolución, de corolario brutal del cinismo de las últimas décadas ha hecho de nuestros "intelectuales" unos cumplidos habitantes del pensadero imaginado por el comediante.
El tono de lo dicho más arriba responde a que en estos días recordaba sobre qué apostasías se ha construído la figura del "intelectual" argentino, seguidor de todas las modas y todas las lógicas de los hechos que lo pongan en el sitial del presuntuoso juez del curso de la historia -incluso cuando dictamina que ha finalizado y no nos queda que esperar más que esta magra libertad-de-compra, o de-morirse-de hambre, o de "acompañar"-a-los-que-mandan-.
Consecuencias de una relación con la "cultura" constituida en el "típico gusto francés", o la enfermedad (mortal) rioplatense, aires de Marsella, el gran lupanar -sin que falte el pequeño heidegger de diseño para postestructuralistas hundidos -por tedio- en las tinieblas del irracionalismo al uso-.
En fin, son las arquitecturas módicas de la clase media ilustrada, a mitad camino entre el bon vivant y James Dean, con arrebatos de jacobinos recatados, o mejor, de girondinos...y son los terrores de los melancólicos, los sombras "luminosas" de penas delgadas y estimulantes.
Hay tanta imbecilidad que la decadencia no nos hará falta....ahora que los habitantes del pensadero de Palermo Soho o equivalentes se dedican a escribir Cartas Abiertas en las que intentan abolir o sacralizar a las vaquitas, pero, como siempre, no tocan la propiedad...las vaquitas, son ajenas...

viernes, 6 de junio de 2008

Meliora latent

En "Macbeth", del principio al final, domina el pensamiento de la destrucción: "Sólo tiene vida en mí lo que aún no existe", dice Lord Macbeth a Banquo cuando comienza a pensar en "cargarse" al rey Duncan, y declara a Lady Macbeth, cuando debe eliminar a Banquo: "Sólo el crimen puede consumar lo que ha empezado el crimen". Supongo que en todo este trayecto hay un momento en que no se discierne el porvenir -"el día siguiente"-: "Yo soy inaccesible al miedo. Tengo estragado el paladar del alma"..."Esa engañosa palabra mañana, mañana, mañana, nos va llevando por días al sepulcro, y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa". Resulta estimulante saber que en el drama el espía anuncia inmediamente después de estas palabras que ha visto "marchando al bosque de Birnam", signo de la derrota de Macbeth, según profetizaron las brujas. Adiós Macbeth, quien se despide con un alentador deseo: "anhelo que el orbe se confunda", para morir por la espada de Macduff, quien fue arrebatado de las entrañas de su madre muerta, y por ello estaba facultado para matar a Macbeth, pues nadie "nacido de mujer" podía hacerlo, pero sí Macduff nacido "antes de tiempo".

Otra vez, en Dunsinania, la "puerta del Mesías". ¿Cómo distinguir el "pleno ahora" de la "promesa oculta" de "mañana"?.

Macbeth dice una verdad: la senda de la fosa es alumbrada por el "pasado". Pero, hay un "ayer" singular, el de Macduff, quien por un designio revelado en el momento preciso (en el dichoso "instante") puede decir "mañana". No sabemos ni el día ni la hora, y la gracia está llegando siempre. Meliora latent.