martes, 9 de marzo de 2010

Per umbras

En una reciente entrevista la escritora Maxine Swann, de provechosa lectura (*), cita, para finalizar una respuesta, un pasaje de Stendhal en sus Memorias de un egoísta que transcribo a la letra del reportaje:
"Odio Grenoble [su lugar de origen]. Llegué a Milán en mayo de 1800. Amo esa ciudad. Allí encontré los mayores placeres y los mayores dolores... Cuántas veces, en un barquichuelo balanceado por las olas del Lago di Como, me dije a mí mismo con deleite: Hic captabis frigus opacum . 'Aquí he encontrado la fresca oscuridad.'"
La mención me pareció más que oportuna, cuando alguien da cuenta de aquel lugar en el que ha experimentado los extremos de placer y dolor, y que, a pesar de ello, o a causa de ello, le ha prodigado una "fresca oscuridad".
La cita de Stendhal es virgiliana, lo cual es en parte previsible. Se trata de la Égloga I, los versos 54 y 55:
"Fortunate senex, hic, inter flumina nota et fontis sacros, frigus captabis opacum!"
El orden de las palabras está alterado en la cita anterior, y también su sentido primero.
La anécdota de las Églogas se trama en el diálogo entre dos pastores, Titiro y Melibeo. El primero, luego de una serie de conflictos políticos, ha logrado conservar su tierra y finca, el segundo, se encamina al exilio.
La frase en cuestión, en este poema que imita la lírica dialogada de Teócrito, es la respuesta de Melibeo a Titiro, señalándole su dicha, dado que, en la hora de la vejez, puede "entre las corrientes de agua conocidas y las fuentes sagradas", captare, captar, experimentar, buscar, frigus opacum, la frescura de la sombra.
Virgilio nos muestra la pacífica y conmovedora visión del hombre anciano que se libra de las tormentas de la vida y logra reparo en su tierra ancestral, entre sus fuentes, a su sombra. La contraposición de esta dicha es Melibeo, desterrado.
En el contexto de estas simples referencias, creo percibir que la sombra fresca de la vida campesina es distinta de la evocada por Stendhal en la expresión "una fresca oscuridad".
Tal vez se trate del punto, entre placeres y dolores, en el que la oscuridad -y no la sombra- se transforma en reposo por la frescura que la hace grata, y mitiga su caracter ominoso.
El cuadro virgiliano es sencillo, y su sombra es tan luminosa como fresca. De ella se han retirado las inquietudes, no hay oscuridad, ni penumbra.
La evocación de Stendhal apunta más bien a lo oscuro que se aquieta y ya no abruma, en virtud de la frescura, frigus, que en la lengua latina admite esa acepción sólo en clave poética. En el uso ordinario, el término frigus equivale al frío extremo, a lo gélido.
De la pax virgiliana a la opacidad apacible de Stendhal. Formas de la finitud, cadencias de los que viven sólo un día.
(*) El texto en cuestión puede leerse en la edición del 6 de marzo de la versión actual -y venida a menos- del suplemento literario del diario La Nación, ahora llamado pretenciosamente "ADN Cultura".

No hay comentarios: