jueves, 9 de diciembre de 2010

Quanta cura

Una de mis manías de fin de año, algo así como mi propio rito de purificación y renovación, es revisar papeles, o archivos, en este informático mundo. Me encuentro con un breve texto, escrito para presentar una colección de estudios de ciertas historiadoras de mi amistad.

Allí impunemente digo:

"La figura de Clío “tejedora” evoca los atributos de las antiguas Moiras -hijas de Necesidad- a las que Platón se refiere en el juicio de las almas relatado en el Mito de Er (Rep. X, 617c). Son Láquesis, Cloto, Átropo quienes hilan el destino humano en torno al huso de Necesidad. Ellas juzgan el pasado y trazan el futuro según la calidad de los actos.

Pero es Cloto, dispensadora del presente, quien mantiene firme el eje del tiempo. De esta suerte la labor histórica, ejecutada en el tiempo sucesivo, se aquilata en una actualidad que, al narrar los hechos, los juzga, los pondera, les dona sus posibles futuros y con ellos teje el infinito lienzo de nuestra libertad.”

Pienso ahora: además de las obvias distinciones entre los diferentes conceptos de libertad que son "dichos" en el discurso de la historia según su desarrollo epocal, y sin entrar en otras precisiones acerca del estatuto de la historia con relación al tiempo y a  los asuntos humanos -cuestiones acerca de las cuales Martín H. ha abundado usque ad nauseam-, se me ocurrieron algunas addendas, hijas de mi libre discurrir y de mis estrategias de resistencia a esta altura del clinamen anual.

Primera addenda:

Si fuera consecuente conmigo misma diría que el lienzo de la libertad es más “intrincado” que "infinito", como afirmaba uno de los grandes Ciegos –JLB-. De un modo igualmente intrincado Tomás de Aquino enseñaba que el libre albedrío es infinito en cuento a la ilimitación de nuestras posibilidades prácticas, pero finito en cuanto a nuestra condición limitada en el tiempo.

Hic Rodhus, hic salta: así de tensa es la trama de nuestros días. De la bona dea, la diosa fortuna de los romanos, que compensaba –por fuerza- el talante trágico de los griegos; a la Providentia cristiana, esa incómoda “costura” de lo finito en lo infinito, que se torna banal o se adensa hasta dar el salto de gracia –no la apuesta pascaliana, sino el “salir para salir” del peregrino-, por la libertad, otra vez, por el don.

Segunda addenda:

Mi cerebro, ya errabundo, se acordó, a propósito de las Moiras, de las Nornas de la mitología nórdica, una suerte de hechiceras en la versión "domesticada", se entiende, por el domus que delimita el derecho de herencia, modo volgare, el patriarcado.

Ésas, más arcaicamente, son las Madres que narran el comienzo y el transcurso de las cosas, como la Vala de la Völsunga Saga  –antiguo poema épico cosmogónico-. Tales son las figuras equivalentes y antecedentes de las brujas que aparecen en el comienzo y el desenlace de Macbeth y anuncian los hechos sangrientos y dramáticos que habrán de ocurrir.

Tercera addenda:

En el horizonte dramático del teatro isabelino los hechos humanos se componen bestialmente, como los ingredientes mutilados del potaje de las brujas, y no como la memoria de los comienzos y las recapitulaciones. En esta memoria primera se separa un sentido para lo humano, distinto del ciclo natural, en aquélla los acontecimientos se manifiestan como la sustancia confusa y turbulenta que revela y anticipa -en su casus fatal- el abismo del hombre. 

Se trata de la finita infinitud de Hamleth, el príncipe melancólico que desgasta el tiempo y no lo vive: soñar, morir…una libertad disuelta, sin tensión, que ni sueña inocentemente como las bestias, ni muere sabedor de su  tiempo. 

Y esa figura evoca, como contrapartida, a la de Caedmon, el rapsoda que guardó las palabras del inicio para la gentis anglorum, el mismo que pasó a la muerte con libertad integra e indiferente, como quien viaja desde el canto hacia el silencio,  erigiendo en él su morada última. Lo cuenta Beda el Venerable en su Historia ecclesiastica. Cito en la bella traducción inglesa el breve pasaje que narra la muerte de Caedmon:

"He laid his head on the pillow, and falling into a slumber, ended his life so in silence.”

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