lunes, 15 de febrero de 2010

Un no sé qué

Me acuerdo en estos días de Juan de la Cruz, en sus Glosas a lo divino:
"Sabor de bien que es finito,/ lo más que puede llegar/ es cansar el apetito/ y estragar el paladar;/ y así, por toda dulzura/ nunca yo me perderé,/ sino por un no sé qué/ que se halla por ventura."
Y aunque hace algunos años que he tomado cierta prudencial distancia de las impugnaciones del "sabor de lo finito", por aquello de afirmar "el lado de acá", y dejar la libertad del misterio al "lado de allá", no puedo sino decir que hay ciertas formas de la finitud que efectivamente cansan, una especie de sabor que ha perdido gusto, e insiste en ser la única "dulzura" posible: los licores del buen rendimiento, del éxito académico, del nombre nombrado y citado.
Cuando uno despierta de esos meses o años de una vida en los que el sopor de la unidimensionalidad -sé que es una palabra horrenda, pero expresiva-, no dejan lugar a otros aires, se da cuenta que, entre otros efectos, ciertas promocionadas dulzuras dejan el paladar estragado, impotente para recibir "lo que se halla por ventura".
Entonces, se hace urgente, indispensable, que nos visite un no sé qué, y se alegren el cuerpo y el alma -en su abierta finitud-, y otra vez, por ventura, pueda yo perderme....Todo es gracia.

No hay comentarios: