jueves, 12 de junio de 2008

Todavía. Milosz, 1945.

"En la estepa, conforme se vendaba los pies sangrantes con un trapo,/ Comprendió el fútil orgullo de aquellas encumbradas generaciones:/ Hasta donde podía ver, una tierra rasa, irredenta./ Y en tan drásticas condiciones, ¿qué tiene el poeta que ofrecer?/ Sólo lo que se le ha concedido merced a la costumbre y la ceremonia, merced a la civilización:// Parpadeé, ridículo y rebelde,/ Solo con mi Jesús María en contra del poder irrefutable,/ Descendiente de ardientes plegarias, de doradas esculturas/ y milagros". C. Milosz, "1945".

Aquí afuera, donde hace mucho domina una nota permanente que parece indicar que todo lo antaño valorado camina hacia la nada, me reencontré con estos versos de Milosz.
Me llegó en ellos el consuelo del "todavía" que resuena en sus palabras: "Descendiente de ardientes plegarias, de doradas esculturas/ y milagros". Allí el tiempo de la existencia se vincula con el pasado como con un don, que hace perceptible a la duración con la intensidad necesaria para que la historia tenga cuerpo, volumen, rostro humano.
Es difícil "ver" el presente: ¿qué hay en ese cúmulo de ahoras que aturden y enturbian el ojo?
Quizás el hoy es indiscernible porque se ha adelgazado en extremo o ha roto su relación con el pasado. No hay relato que contenga nuestra actualidad, aislada y raquítica.
El futuro se ofrece, entonces, como una suerte de discontinuidad....llegamos a él por un golpe de la sucesión, no es fruto del itinerario de un ser mortal, que camina hacia el final, hacia el significado de sus días, porque puede hacerlo.
Con el Jesús María en la boca, ridículos y rebeldes contra lo irrefutable de los hechos, nos hacemos dignos de un linaje, nos arropamos en milagros de formas, palabras, y melodías.

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