sábado, 30 de agosto de 2008

El humanismo de Thomas Mann

Dice Marguerite Yourcenar en su magnífico ensayo sobre Thomas Mann, "Humanismo y Hermetismo":
"Podemos preguntarnos, acostumbrados como lo estamos, a una definición casi escolar de la palabra humanismo, si un pensamiento tan inclinado a lo irracional y a veces a lo oculto, tan abierto al cambio y casi al caos, puede aún calificarse de humanista. No se le puede calificar así, seguramente, si contemplamos tal cual la antigua y estrecha definición del humanismo, es decir, de lo erudito incorporado al conocimiento de las literaturas antiguas, particularmente dedicadas al estudio del hombre, ni siquiera si ampliamos ese término hasta hacer que contenga ‑como suele hacerse hoy‑ la idea de una filosofía basada en la importancia y dignidad del ser humano, en lo que Shakespeare llama las facultades infinitas de esa obra maestra que es el hombre. Parece ser, en efecto, que hay en esos puntos de vista un elemento optimista respecto de lo humano, y quizá una sobrestimación del mismo, que no se puede atribuir a un escritor tan obsesionado por la parte turbia de la persona humana, tan preocupado por mostrar principalmente en el hombre una parcela y una refracción del todo.
Pero ya la frase de Shakespeare sobre las infinitas facultades humanas abre la puerta a otra forma de humanismo al acecho de todo lo que, en nosotros, rebase los recursos y aptitudes ordinarios; desemboca, hagamos lo que hagamos, en el inmenso segundo plano poblado de fuerzas más extrañas de lo que quisiera una filosofía, para la cual la misma Naturaleza es también una entidad simple. Este humanismo vuelto hacia lo inexplicable, lo tenebroso, incluso lo oculto, parece oponerse en un principio al humanismo tradicional: en realidad, es más bien la punta extrema y su ala izquierda. Mann pertenece auténticamente a ese grupito de espíritus prudentes y tortuosos por naturaleza, a menudo secretos por necesidad, temerarios, según parece, a pesar de ellos mismos y, por una suerte de compulsión interna, verdaderamente conservadores puesto que no dejan perder nada de una acumulación de riquezas milenarias y, no obstante, subversivas, en su continua reinterpretación del pensamiento y de la conducta humanos. Para inteligencias de esa clase, todas las ciencias y todas las artes, los mitos y los sueños, y la misma sustancia humana, son objeto de una investigación que durará tanto como la raza. «El estudiante en letras humanas», para emplear una expresión muy del gusto de Hans Castorp, se mantiene junto a ellos al borde del abismo."
Pensando y repensando estos problemas por motivos profesionales, tenía el barrunto de que en el prisma de discusiones más o menos contemporáneas respecto de las humanidades o del humanismo como noción, aparecía sugerido un costado, que, en las palabras de Yourcenar es su punta extrema.
Se trata de una constatación hija del último siglo, por la que el patrimonio común a los humanos que dibuja un rostro para nuestra cultura, resulta reordenado o transfigurado cuando es expuesto en su límite, en el borde de lo que alguna vez he llamado, por necesidades erísticas, "el principio fáustico".
Las "fuerzas extrañas" de las que habla MY, se manifiestan en el ciego de las intuiciones con las que la cultura ha forjado sus emblemas, por ello su transfiguración tiene un poder incantatario y también ominoso.
Hans Cartop, estudiante de Letras, nos muestra estas dos facetas que Mann describe con maestría en la escena del sueño-visión que sigue a su accidente en la nieve.
Pero a la desgarrada oposición entre apolíneo y dionisíaco, una de las primeras figuras de la crítica cultural de impacto actual para expresar la discontinuidad del principio de individuación -del hombre-, le sigue, creo yo, el desfondamiento de las formas culturales de occidente en lo titánico elemental.
De las fuerzas extrañas pasamos al mero imperio de la fuerza, que barre todo rastro humano, como antaño los incontrolables titanes.
Y no se trata de que la investigación de lo humano haya pasado su límite, haya excedido su abismo, y aparezca ante nosotros el paradójico Ubermensch, ignorante o saturado de sí mismo.
El problema más bien es el que señalaba Karl Kraus en las palabra iniciales de "Los últimos días de la humanidad", como preludio de la nueva guerra:
"La gente que vivió entre la humanidad, y que la sobrevivió, ha sido reducida –en tanto actores y portavoces de un presente que carece de carne, pero no de sangre, que carece de sangre, pero no de tinta- a sombras y marionetas, y condensada en la fórmula de su insustancialidad activa. Las larvas y los lémures, las máscaras del trágico carnaval llevan nombres de personas vivas, pues así ha de ser, y porque nada es fortuito en esta temporalidad determinada por el azar. (…)"
La insustancialidad activa, el imperio de lo informe.

2 comentarios:

la gata curiosa dijo...

Interesantísimo el artículo sobre Mann.
Espié tu perfil y casi podría decir que me emocioné con tus libros preferidos, maravilloso.

un saludo

pat

Jehanne dijo...

Es un gran ensayo de Yourcenar publicado en "A beneficio de inventario", un libro que tiene algunos otros lujos como "El negro cerebro de Piranesi", y la presentación de la poesía de Kavafis.
Me alegra que mis preferencias en materia de libros causen emoción, porque al escribir esa breve lista pensé que en su sencillez era hija de un largo proceso de decantación.
Gracias por su comentario. Visitaré su blog. Saludos
Jehanne