lunes, 25 de agosto de 2008

El primer combate

El primer combate: vivir como extranjero. “Ante todo, el primer combate es vivir como extraño, sobre todo si, huyendo, abandonas lo que es tuyo y te vas a otro lugar, munido de fe perfecta y esperanza, con el corazón resuelto a negar tus voluntades. " Isaías de Gaza, Lógos XVII.


Recorriendo estas palabras desde el final hacia el principio suenan en el oído expresiones "fuertes": voluntades, combate, y como un puente entre ellas, la extranjería.
El término griego utilizado por el monje palestinense Isaías es xenitéia. La extranjería es igualmente extrañeza, según se dice en la traducción citada.
Salir para salir, he aquí el combate, no para llegar, no para erigir una morada, sólo salir. Una fe perfecta, una esperanza sin falta, un corazón resuelto para emprender el viaje de renuncia a lo propio, al paisaje doméstico: las voluntades.
En griego estas voluntades latinas son las prospátheia, las afecciones, los movimientos e impulsos, ¿cuáles?: se conocen por sus efectos, enturbian el ojo, entristecen el corazón, siembran la ira, estrechan el alma.
Entonces esta travesía se abre paso por el ámbito tumultuoso de la vida anímica, por un camino en el que puede generarse un mirada nueva, no por posesión sino por movimiento, una cuestión de perspectiva.
Abyssus es para Agustín el corazón, y su cavidad se abre profunda e insondable para todos, cor bonum, cor malum, en ambos late el abismo.
El que camina se yergue y da un paso, o dos, o cientos más allá o más acá de ese abismo, y quizás, por el don, por un salto en vertical, en éxtasis, puede ver su rostro en otra luz, o mejor, mirar el mundo en la luz primera, la de cada mañana, la del amor, la niña de tus ojos, un cristal de claridad. "Abandonas lo que es tuyo, y te vas a otro lugar". Todo es gracia.

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